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domingo, 31 de marzo de 2019

16:19

Yo nací desde muy pequeña con el dolor del alma como escondido dentro de mis pensamientos. Yo pensaba que la ansiedad de querer hacer las cosas, podía ser un mal beneficioso a fin de cuentas. Una para sacar toda la rabia que tenía contenida, y otra para intentar hacer cosas útiles con mis manos.
Tomaba puntas de los troncos a medio filo, en la medida correcta para cortarlos.
Mano a mano he intentaba unirlos. Trasladarlos. Llevarlos de un lado a otro. Convertidos en espejo de lo que yo veía. Entonces, descubrí la paciencia. Materia y poesía. Un escape del pensamiento trabado en palabras. Como cuando el corazón duerme de día y sueña de noche.Y despierta con los espíritus sobre el tronco.
Tienes los dedos hinchados, de tanto fuego. Las líneas del tigre sobre la cara y sobre la almohada. Pegados y unidos con tinta china.
Nos hablamos en la forma que esconde el verso del pensamiento. Por eso, elijo los escondites de la conciencia, para llevar a cabo el plan, y dejar de mencionarnos en clave.

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