-Canta, silva, maúlla -tomé su brazo y lo posé sobre mi rostro húmedo-. Canta, ríe, recuerda -cada vez su respiración se hacía más lenta, y entre jadeos, jamás dejé de rogar que siguiera mis instrucciones-. Canta, piensa, maúlla. Llora -lo hacía, estaba ahí y no había vuelta atrás, todo terminaría pronto-. Vuélvete nada.
-No puedo. No puedo ser nada.
-Claro que puedes -en un suspiro mis dedos sobre su vientre. Mis dedos dentro de un nido. Mis dedos tocándole el alma para morir-.
-¿Qué sabes tú? -rogabas compasión, lo recuerdo. Pero siempre supe que lo sentías, y que siempre quisiste estar ahí, así. Con la muerte y el deseo liberando tu alma torcida-.
-Lo sé. Porque lo digo. Lo sé, porque lo siento. Lo sé, porque soy tu carne.
-Cántame. No pares.
-Sí.
-Canta y maúlla para mí.
-No puedo contenerme.
-Toca mis formas.
-Sí.
-Vuélvete velo, luz, color y sombra.
-Soy...
-Soy...
No hay comentarios:
Publicar un comentario