¿Qué se supone debo decir cuando me preguntan cómo me siento?
¿Puedo hundir mis manos entre mis piernas y mencionar lo irritable que me pone el clima?
Quizás las voces, los golpes, las monedas y los cambios del repertorio de la memoria que quise seleccionar para un día como hoy, son la causa de estas palabras...
Quizás he dejado gritar demasiado a la conciencia, quizás he manifestado demasiado mis emociones. Quizás... he perdido la batalla. He dormido y me he levantado. No tengo capacidad para derrotar a nadie más. No soy capaz de mirarme al espejo y reconocerme. No tengo ideas. No tengo voces. Me he quedado sin habla. Me he quedado en mi propia miseria.
El único signo de vida se encuentra en la carne. El color de la materia. El sonido del dolor. Gritos y llantos que no se callan.
Y las voces... las voces en mi mente que no me dejan escapar, me obligan a jalarme el cabello. A ver la vida detrás de un cuerpo adormecido. La voz de la fuerza que impulsa el rojo como un río a través de sus formas. Las manos y las piernas, líneas de sentimientos y emociones reprimidas.
La única manera de reconocer mi sufrimiento es cuando el rojo brota de las máscaras. De las siluetas, de los Mantras, que se alojan en mi mente y no se callan jamás.
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domingo, 2 de junio de 2019
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