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miércoles, 27 de febrero de 2019

Me divagan los pensamientos

Sí, porque lo encuentras

ya no recuerdas la última vez que te sentiste destruido
porque toda la noche te vestías frenética buscando las formas del espejo que te traería de vuelta a casa cuando fuiste de madrugada al parque. Tomándote el cabello, escupiendo la espuma salada, jugando a hacer formas con la forma de la forma de tu sombra. Porque eramos siluetas, lo he dicho, eramos siluetas. Formas que repito porque se han quedado dentro de mi alma. No puedo evitarlo. No puedo dejar de abatirme porque he escupido la espuma salada que he acumulado pensando en tu nombre. La maniática esfera del pensamiento que me acoge cuando llego a casa. En el parque. En la escuela. En el trabajo. Toda mi vida. Como un relato corto que no sabes cuando podría suceder. Moribundos. Antes del desprecio de mi cuerpo. Que he ocultado de mí mismo con el fin de escapar. Pero lo he vuelto a recordar. Porque tú, eres tú. Y yo, soy tú. No soy uno.
 (Soy... ¿qué es lo que soy?) las personas que pasan en la calle siempre quedan mirando, sus manos, sus piernas, sus cuerpos se dirigen a acantilados de pensamientos, que ignoran la fuerza que tiene el verso andante que acompaña sus facialidades, que he inventado para darles un gesto un poco más amable a aquéllos rastros que enmarcan la manera en la que he acostumbrado la pluma, que no se guarda, que se repite, que se corrige, que me encuentra, y que he vuelto a hacer brotar, y a germinar, y a mudarse de su escapismo, porque no he soportado el cuerpo tullido que me han dejado. La espuma salada en la boca es la mejor forma de referirme a mi rostro, cuando deseo encontrarme, he calculado abundantemente cuántos cuadrados podría repercutir tu llamado, y he manifestado desde el remordimiento las formas del tú, y yo. Porque jamás he rondado la yerba muerta que nutre tus pasos. Eres la misma persona que recuerdo. Eres la misma persona que veo cuando cubro el cielo con mis deseos, y miro las nubes y soy capaz de encontrar las mil formas de animales que te dije cuando yo era capaz de sustituirme el encanto. He recordado, que encontrarme y encontrarte no ha sido la salida que más deseaba. Pero,
así me siento a gusto,
creando el laberinto que te he prometido.
Para no dejar rastros ni pistas
de quién eramos
cuando decidimos fruncir el ceño. 

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